Avanzan en silencio buscando el punto de encuentro. Hombre y mujeres arropados por la noche que se dirigen hacía la entrada de su comunidad con un cometido. Las luces del camión se mantienen encendidas mientras comienzan a organizarse y a descargar los sacos de arena. Está amaneciendo. El peso recae sobre sus espaldas y caminan entre piedras alejándose del lugar. Las sandalias resbalan y la subida hasta la vertiente es costosa. No se detiene. Vale la pena.
La comunidad paceña de Chuño Chuñuni absorbe vida de las colinas. Ubicada entre los márgenes del Municipio de Laja, al que pertenece, y el municipio de Tiwanaku, tierra de orígenes, sobrevive gracias a los recursos hídricos que atraviesan los cerros como serpientes subterráneas. La alta cantidad de agua del subsuelo enriquece la tierra incrementando la vegetación de esta zona del altiplano y convirtiendo a la ganadería en una sector económico clave de la comunidad.
Sin embargo, la falta de infraestructuras y de recursos económicos impide que los vecinos y vecinas de Chuño Chuñuni puedan disfrutar de este bien en plenitud. Gracias a la cofinanciación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, ADRA ha diseñado un proyecto para mejorar el acceso a estos recursos hídricos. La ONGD, que ha incluido este proyecto en su convenio “Acceso al agua potable, saneamiento básico, capacitación en hábitos saludables y fortalecimiento comunitario en comunidades rurales de Bolivia”, dotará a la comunidad de dos tanques elevados de agua con una red de conexiones domiciliarias.
Las tres vertientes de agua usadas para la ejecución de este proyecto están ubicadas en las inclinadas vertientes de los cerros. La subida hasta las mismas se convierte en una dura tarea recompensada con las hermosas vistas del Altiplano. El traslado de materiales desde la comunidad hasta los puntos de obtención de agua ha sido realizado gracias a la organización y el trabajo en equipo de gran parte de la comunidad, que aporta con mano de obra el 10% del coste total del proyecto. Esta contraparte, alimentada con la interacción y los lazos de
camaradería que se crean entre los titulares de derecho en el proceso de trabajo, fomenta la apropiación del proyecto.
Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados por las comunidades: la organización, el trabajo a altas horas de la madrugada, el duro acarreo de materiales y herramientas, la mediación con organismos públicos y municipalidades, el aprendizaje de conocimientos; en ocasiones, su aporte pasa desapercibido ante la sombra provocada por la notable cantidad de fondos aportada por los donantes tradicionales.
Es digno de reconocer el trabajo de comunidades como Chuño Chuñuni, y junto a ella a decenas más como Pan de Azucar (también en el Municipio paceño de Laja), Pucka Chikero (en Anzaldo-Cochabamba), etc, que a pesar de las adversas características geográficas de su tierra ellos trabajan contra condiciones de altura superiores a 4.000 metros, recorriendo grandes distancias a pie mientras trasladan el material, y escavando la red de tuberías necesarios que en ocasiones superan extensiones de terreno trabajado superior a los 10 km. Desempeño que enorgullece a la comunidad y los convierte en merecidos beneficiarios de los proyecto.
Diego Maldonado
Tec. Monitoreo y Seguimiento en Bolivia