El ecofeminismo tiene su fuerza en su repercusión internacional. Cada paso, grande o pequeño, que da, y la popularidad que va adquiriendo, le proporciona un mayor eco en las agendas políticas de las naciones. Esta filosofía figura en el panorama internacional desde hace ya varios años, habiendo conseguido ya grandes avances. Para poder revelar su agenda al mundo, la estrategia más efectiva ha sido la realización y presencia de sus activistas en las cumbres internacionales.
El primer ejemplo claro es el Congreso de las Mujeres para un Planeta Sano, llevado a cabo en Miami en 1991, que tuvo tres objetivos principales: Crear la Agenda de Acción para la siguiente década, la cual sigue siendo una guía de referencia; asegurarse de que todas las agencias de Naciones Unidas sean equitativas en género; y construir una red de solidaridad de mujeres para actuar y ser la voz del ecofeminismo en el mundo. Estos objetivos han dado un gran empuje a esta corriente.
En 1992 se produjo la Cumbre de la Mujer y la Vida en la Tierra, evento internacional que desde entonces, todos los años, se sigue celebrando en Massachusetts. Esta cumbre ha logrado grandes avances en el área del ecofeminismo, como el empoderamiento de muchas mujeres nativas americanas a través del trabajo de sus tierras de una forma sustentable.
En el mismo año se produce la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro. Con ella nace el Programa 21 de las Mujeres en Acción, un plan mundial para promover el desarrollo sostenible, que pone especial énfasis en la protección de los bosques, y en garantizar el acceso de las mujeres a los recursos económicos en condiciones de igualdad.
La IV Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín o la Cumbre de Río +20 son solo algunos de los actos internacionales más recientes que han potenciado el mensaje a favor de la equidad de género y la sostenibilidad ambiental. En ambos eventos se han abordado los temas de medio ambiente y feminismo. Uno de los grandes logros ha sido introducir en la agenda de la ONU el proyecto de facilitar una transición hacia economías más verdes; las cuales deben seguir priorizando, por supuesto, la erradicación de la pobreza y la participación de las mujeres como líderes. Este trabajo ha sido delegado casi en su totalidad a la agencia ONU-Mujeres, organismo que enfoca su labor, principalmente, en países del sur.
Las ecofeministas del mundo saben que su labor no ha finalizado. Su agenda política sigue acumulando puntos, rehabilitando la invisibilidad de las mujeres y del medio ambiente. Buscan un crecimiento basado en la sostenibilidad, haciendo hincapié en las mujeres y sus conocimientos.
A pesar del reto que representa, el mundo se vuelve cada vez más equitativo gracias al activismo de las mujeres. Movimientos femeninos que volverán más verde el plantea y abrirán, de manera definitiva, las puertas al ecofeminismo.
Gilda G. Teissier
Graduada y Experta en Relaciones Internacionales.