Hay avances en la protección de los menores, pero la inequidad crece. El informe ‘El estado mundial de la infancia en 2016’ de Unicef alerta de que para 2030 otros 167 millones vivirán en la pobreza
Autora: Lola Hierro.
Escribe Kailash Satyarthi, premio Nobel de la paz, que hace muchos años conoció en las estribaciones de la cordillera del Himalaya a un niño trabajador, pequeño y flaco. Y le preguntó: «¿Está el mundo tan pobre que no puede darme un juguete y un libro, en lugar de obligarme a tomar un arma o una herramienta?». En otra ocasión, una pequeña colombiana, ya madre, que había sido violada y utilizada como esclava sexual, le hizo otra pregunta: «Nunca he tenido un sueño. ¿Podrá mi hijo tener uno?». A las preguntas de ambos, habría que responder con un no. No, porque el mundo no hace lo suficiente para que todos ellos puedan aprender, jugar y crecer. Y habría que decirles además que, si continúan las tendencias actuales, 69 millones de menores como ellos se morirán antes de cumplir cinco años, otros 167 millones vivirán sumidos en la pobreza y 750 millones de mujeres se habrán casado siendo todavía niñas, todo de aquí a 2030, año límite para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible que buscan que, para esa fecha, el mundo sea menos desigual. Estos son las desoladoras cifras que arroja el Estado Mundial de la Infancia 2016. Una oportunidad para cada niño, el principal informe anual de Unicef que presenta hoy.
El informe señala que se han logrado progresos considerables en la tarea de salvarles la vida, reducir la pobreza y lograr que asistan a la escuela. Las tasas mundiales de mortalidad de menores de cinco años se han reducido en más de la mitad desde 1990, los niños y niñas asisten a la escuela primaria en igualdad en 129 países y el número de personas que viven en la extrema pobreza en todo el mundo es casi la mitad que en la década de 1990. Pero este progreso no ha sido uniforme ni justo. Los que se encuentran en mayor situación de pobreza tienen el doble de probabilidades que los más ricos de morir antes de cumplir cinco años y de sufrir desnutrición crónica. Si comparamos Sierra Leona, país africano, con Reino Unido, europeo, la diferencia se dispara: el crío del primero tiene hoy 30 veces más posibilidades de morirse que el otro.
Así, Unicef advierte que el ritmo del progreso en materia de salud y supervivencia infantil y materna podrá aumentar o disminuir en función de las decisiones políticas que los gobernantes tomen en los próximos años. Pero si las tendencias actuales no han cambiado para 2030, además de los 69 millones de muertes —casi la mitad en África subsahariana y una tercera parte en Asia meridional—, ocurrirá que más de la mitad de los fallecimientos de menores de cinco años se producirán en cinco países (India, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo y Angola), y que la tasa mundial de mortalidad materna será de unas 161 por cada 100.000 nacidos vivos.
El acceso a la educación también es muy desigual. El informe revela que en la mayoría de los países menos de la mitad de los menores asisten a programas de enseñanza para la primera infancia. Cerca de 124 millones no pueden acceder a la escuela o finalizar su educación. De ellos, unos 65 millones de adolescentes no llegan a completar el primer ciclo de secundaria y otros 59 millones ni siquiera cursan la primaria. Más de la mitad de estos últimos viven en África subsahariana, que es la región donde se registran los peores datos. Es aquí donde por lo menos 247 millones de niños (dos tercios del total) viven en medio de una pobreza multidimensional, privados de lo necesario para sobrevivir.
Tampoco hay que olvidar quienes ven su educación interrumpida por emergencias humanitarias y crisis prolongadas: alrededor de 75 millones entre tres y 18 años de 35 países. De ellos, 17 millones son refugiados o desplazados internos de países como Siria, Yemen, Irak, República Democrática del Congo o Somalia, entre muchos ejemplos.
Si no se corrige la situación, en 2030 habrá más de 60 millones de niños no escolarizados y en los países menos desarrollados las tasas de finalización de los estudios no pasarán del 76% en el caso de la primaria y el 50% en caso de la secundaria. Una vía para cambiar este sombrío pronóstico es invertir en los niños más vulnerables mediante transferencias de efectivo, según el informe, que ayudan a los estudiantes a mantenerse más tiempo en la escuela y alcanzar niveles de enseñanza superiores. «Como promedio, cada año adicional de educación que el niño recibe aumenta sus ingresos en aproximadamente un 10% cuando se convierte en adulto. Y por cada año adicional de escolaridad, las tasas de pobreza del país descienden en un 9%», sostiene Unicef.
El drama del matrimonio infantil
El informe de Unicef no olvida a los riesgos específicos que corren las niñas por el solo hecho de su género y, en concreto, alerta del número alarmante de matrimonios prematuros, un fenómeno que también influye en los patrones de mortalidad infantil. Los índices están disminuyendo: mientras que el 48% de las mujeres de 45 a 49 años de edad se casaron antes de cumplir los 18 años, la proporción entre las de 20 a 24 ha bajado al 35%. Este descenso es muy lento, ya que cada año unos 15 millones de niñas son casadas antes de cumplir los 18 años contra su voluntad y empiezan a procrear demasiado pronto, cuando no están preparadas ni física ni psicológicamente ni tienen, en muchas ocasiones, acceso a servicios de salud reproductiva. De no lograr una mayor protección para ellas, en 2030 serán 750 millones las casadas antes de tiempo.
En todo el mundo, las niñas novias tienen menos probabilidades que las adultas de recibir atención médica durante el embarazo, y la falta de cuidados y el carecer de una madurez física suficiente para dar a luz llevan a complicaciones durante el embarazo y el parto que ya son la segunda causa de muerte de mujeres de entre 15 y 49 años. Los bebés de las menores de 20 tienen 1,5 más posibilidades de morirse durante sus primeros 28 días de vida que los hijos de las madres más mayores.
España bate récords de pobreza infantil
En España, la tasa de riesgo de pobreza de los niños batió records: pasó del 30% de 2014 al 34,4% en 2015. La peor parte la llevan los hogares de migrantes con hijos pequeños, donde esta cifra aumenta hasta el 60,3% de los nacidos en familias extranjeras, «un dato que pone en evidencia las barreras de estos colectivos en el acceso a derechos y servicios», denuncia la organización.
En educación los datos son poco alentadores igualmente, pues en 2015 la tasa de abandono escolar fue del 20%, muy por encima a la media europea del 11%. Un 24% de los niños deja los estudios antes de tiempo frente al 15,8% de las chicas. Unicef recuerda así mismo que ya en 2014, la inversión en educación se redujo en 5.000 millones de euros anuales respecto a 2009, y la inversión en protección social de los niños y sus familias en otros 2.700 millones de euros. A raíz de las recientes elecciones y la próxima elección de un nuevo Gobierno para los próximos cuatro años, Unicef aprovecha la ocasión para recordar su propuesta de alcanzar un Pacto de Estado por la Infancia que incluya un incremento significativo de las inversiones en infancia. «Instamos al nuevo Gobierno a concretar un plan para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluya indicadores de lucha contra la desigualdad y que se centre específicamente en llegar a los niños más vulnerables de nuestro país».
¿Qué estamos esperando?
El escrito en el que Satyarthi describe su encuentro con el niño del Himalaya y con la joven madre colombiana está incluido en este informe anual de Unicef. En él, el activista lanza una pregunta al aire: ¿Qué estamos esperando?. A continuación, sostiene que cada persona «tiene el potencial para cambiar las cosas si canalizamos nuestras energías y nuestra ira contra las injusticias de la manera adecuada». Unicef afina más el tiro y se dirige a los gobernantes y líderes políticos de todos los países del mundo para decirles que la inequidad no es «ni inevitable ni infranqueable» si se realizan las inversiones adecuadas en el momento preciso. A ellos les pide que se aborden programas que tengan como objetivo expandir las oportunidades. Y aporta ejemplos concretos como las transferencias de efectivo para ayudar a las familias a pagar las tasas de la matrícula escolar y las campañas de concienciación pública sobre la importancia del registro de los recién nacidos para que los niños tengan acceso a los servicios y protegerlos contra la explotación durante su infancia.
Exigen también a los gobiernos que aceleren el progreso hacia los objetivos de 2030 estableciendo metas de equidad nacional para detectar disparidades y que se produzca una coordinación más estrecha entre organizaciones humanitarias y del desarrollo para acortar las distancias existentes entre ambos sectores y apostar aumentar las inversiones centradas en la infancia calculando presupuestos centrados en la equidad para no dejar a ningún niño atrás.
Fuente: elpais.com