Historias de Vida… Senegal

Durante los últimos años he realizado viajes con el objetivo de ampliar mis conocimientos. He intentado permanecer en países en los que predomine el origen de la población que atendemos en el Centro de Inserción Socio laboral de Vitoria-Gasteiz; como por ejemplo Marruecos, Perú, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Argentina y este año Senegal.

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En algunas ocasiones, he tenido la oportunidad de ser parte de proyectos de cooperación de entidades locales y de ADRA, lo que me ha aportado una visión de la realidad en la que me he sentido un poquito más cerca del contexto.

Conocer estos lugares, sus gentes, las costumbres y participar en actividades del día a día con la población local, me hace entender y aproximarme a los motivos que impulsan el proceso migratorio.

Este año he viajado al sur de Senegal, Cap Skirring. La experiencia ha sido dura, pero reveladora. Tras unos días conociendo la región de Casamance, me detectaron Paludismo. Una enfermedad que se trasmite con la picadura del mosquito Anopheles Plasmodium, en nuestros oídos suena terrible, pero que en su día a día es algo común y cotidiano, escuchando frases tales como “llevo 12 años consecutivos pasándola”.

A pesar de viajar con seguro de viaje, la única opción de recibir tratamiento médico resultó ser el puesto de socorro del servicio de bomberos local. Allí me hospitalizaron. Una vez el personal médico, en este caso un bombero,  realiza el diagnostico, solicita el pago de la medicación y es a partir de ahí donde comienza el tratamiento.

El tratamiento se basa en 24 horas de hospitalización y terapia intravenosa con un coste aproximado de 13.000 CFA (19 euros), cantidad que resulta muy elevada si la comparamos con el precio de un menú completo 400 francos CFA (60 céntimos de euro). Las unidades convivenciales, están formadas por una media de 6 miembros, con lo que, medicar  a toda una familia resulta un gasto que en muy pocos casos se puede asumir. Esta es una de las principales razones de por qué que el paludismo es una enfermedad mortal; ya que si no se recibe tratamiento adecuado a tiempo, puede causar la muerte.

Cuando hablamos de camas de hospital, utensilios médicos y salubridad, no podemos llegar a imaginar las condiciones sanitarias con las que contamos, y a las que optamos. En aquel lugar, no existía un mínimo de limpieza, nadie había oído hablar de guantes y resultó imposible la redacción de un informe médico. Pero también es necesario mencionar la calidad humana y el trato cercano que recibí. Cada personal del servicio de bomberos, entraba en la sala, miraba la vía y me preguntaba que tal estaba. Al igual que Campos (Mamadou Ba) un joven natural de Casamance, con un castellano perfecto, que sin recibir nada a cambio nos dio mucho. Con ello quiero decir, que a pesar de los malos momentos, esta experiencia me ha hecho conocer a personas, valorar la suerte que tenemos y reconocer que la vida en África no es sencilla.

Muchas son las situaciones y de muchos colores son los motivos que  hacen que un menor, o una madre viaje a kilómetros de distancia a fin de lograr un sustento para su familia. Lo que si estoy segura, es que en la mayoría de los casos es en busca de un bienestar a compartir, porque la familia es el pilar fundamental de las vidas en las que los recursos económicos son efímeros  y es en esa red, en ese tejido donde el apoyo mutuo hace enfrentar mejor a aquellas circunstancias que están fuera de nuestro alcance.

El trabajo de ADRA y otras ONGD en estos países se valora sobre el terreno. Es difícil que desde nuestro país, con las necesidades cubiertas, podamos entender que supone un euro para la vida en estos países. El día a día, es una lucha constante por la vida y por eso desde aquí, ADRA sigue trabajando por un mundo más justo.

Info-Fotos: Sandra Llamas-ADRA Euskadi.

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