Es innegable que la humanidad ha realizado tremendos progresos en su lucha contra el sufrimiento. Aunque nadie está al abrigo del dolor en nuestra presente condición humana, es innegable también que enormes sectores de la humanidad no se están beneficiando de esos progresos. Basta escuchar un telediario o abrir la página de sucesos de un periódico para comprobar esta escandalosa realidad: el sufrimiento se ensaña mucho mas con quienes carecen de medios para combatirlo. Ante esta situación insultante, nuestro sentido de la justicia se rebela. Las prestaciones sanitarias más elementales, aquellas que nosotros exigimos como un derecho en nuestros países privilegiados, son un sueño imposible para millones de seres humanos, que mueren de hambre, o en estúpidas guerras, o de enfermedades y epidemias evitables, por falta de medios…
¿Qué podemos hacer ante el sufrimiento ajeno, tanto para evitarlo como para aliviarlo? Ya sabemos que para eso están los gobiernos y las ONG’s, y tenemos claras las enormes responsabilidades que recaen sobre ellos y sobre los que los apoyan. Pero a nivel personal, ¿no tenemos también el deber de preguntarnos: «Qué estoy haciendo yo frente al sufrimiento humano, si tanto me importa»? (1) La injusticia social, el afán desmesurado de lucro, etc. son problemas nuestros. El hambre en muchos países es una situación creada por los mercados. La naturaleza bien gestionada tiene recursos para alimentarnos a todos. Si nuestro entorno se degrada, si se despilfarran los recursos en estupideces, si se recortan las ayudas al desarrollo, lo primero es exigir responsabilidades a sus directos responsables. Sirve de poco lamentarse de problemas que nosotros contribuimos a perpetuar….
Ahora bien, si queremos de veras que algo cambie ya, empecemos haciendo algo nosotros mismos, a nuestro propio nivel. Si no podemos acabar con el hambre en el planeta, seguro que, poniéndonos de acuerdo, podríamos ayudar a autoabastecerse a los habitantes de un poblado castigado por la sequía. O si no podemos erradicar ciertas enfermedades, al menos podemos intentar aliviar el dolor de algunos enfermos… Porque ¿es realmente imposible garantizar unos mínimos de asistencia médica a los sin recursos? ¿No hay manera humana de combatir la explotación abusiva en ninguna parte? ¿No hay de veras medios disponibles para aumentar la ayuda al desarrollo? ¿Es cierto que nosotros no podemos hacer nada? ¿Es por falta de recursos o es que no hay corazón para comprometernos con el dolor ajeno?
«Cambiando el mundo, una vida a la vez.»(2) Pero sea cual fuere nuestra profesión, todos podemos reaccionar de modo más humano, sensible y compasivo, ante el sufrimiento que nos rodea, y comprometernos más en dinámicas solidarias encaminadas a aliviarlo. Si no sabes qué hacer, contribuir con ADRA a paliar el dolor ajeno es una de las acciones más nobles que puedes emprender. Mi abuela me decía: «Cuando no sepas qué hacer por ayudar a otros, haz lo que sepas»(3)
Yo pienso que nuestro compromiso con los que sufren, casi mas que por sentido del deber o por solidaridad, tendríamos que asumirlo «en beneficio propio,» movidos por esa hermosa cualidad que nos hace humanos, que algunos llaman solidaridad, otros compasión, otros simplemente humanidad. No darnos por vencidos ante el escándalo del sufrimiento, seguir buscando soluciones cuando tantos se inhiben, ¿no es ese nuestro deber de supervivientes? (4) Porque, como dijo Jesús de Nazaret, «mas dicha trae el dar que el recibir.»(5) O como dice el Dalai Lama: «Si quieres que otros sean felices, practica la compasión. Si tú quieres ser feliz, practica la compasión»
Se trata de decirse, con León Gieco, «Sólo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre vacío y solo, sin haber hecho lo suficiente»(6)
Dr. Roberto Badenas Sangüesa. Doctorado en Teología y Autor de diversos libros y artículos.
1. Martin Luther King Jr., La fuerza de amar, Madrid: Acción Cultural Cristiana, 1999, p. 146.
2. También es magnifico el lema adoptado por «ENCASA», asociación dirigida por el Dr. Fernando Marín para prestar cuidados paliativos a domicilio: «Si puedes curar, cura; si no puedes curar, alivia; si no puedes aliviar, consuela.» (www.morirencasa.org).
3. Ver R. Badenas, «Aprendiendo a aliviar el dolor», en Frente al dolor: Aliento y esperanza ante el sufrimiento humano. Madrid: Safeliz, 2012, pp. 143-160.
4. R. Badenas, Encuentros, Madrid: Safeliz, 2010, p. 82.
5. Hechos 20 :35
6. www.lastfun.fr/León + Gieco/_/Solo+le+Pido+a+Dios